domingo, 7 de agosto de 2016

El principe de la noche 1

Una terrible maldición pesa sobre la estirpe de los Rougemont. Generación tras generación, los primogénitos de la familia se verán arrastrados a un oscuro combate contra el más poderoso de los vampiros: Vladimir Kergan. En 1930. Vicent acometerá el asalto final de esta desigual lucha que decidirá la extinción de la familia Rougemont o la muerte de la maléfica criatura de la noche. Una historia de vampiros fiel al espíritu del género, ejecutada magistralmente por un dibujante tan clásico como virtuoso. El belga Yves Swolfs, a lo largo de los seis álbumes que componen la serie de Glénat no necesita de giros efectistas ni innovaciones gratuitas para mantener la atención del lector sino que, simplemente, utilizando las convenciones propias de la literatura vampírica que los grandes escritores fijaron en nuestro imaginario colectivo y una imaginería romántica, junto a la recreación de la atmósfera propia de la de las películas de la Hammer, le bastan para construir una historia sólida que describe el enfrentamiento a lo largo de los siglos entre el malvado y seductor vampiro Vladimir Kergan y sus bellas y pérfidas pupilas contra la maldita estirpe de los Rougemont, cuyos miembros intentan destruirle por todos los medios aun a costa, generalmente, de sus vidas. Un enfrentamiento que Swolfs desarrolla hábilmente a través de flashbacks en forma de pesadillas o lecturas del otro protagonista de la historia, Vincent Rougemont, el último de su estirpe que en los albores del nazismo protagonizará el último enfrentamiento contra Kergan. El dibujo de Yves Swolfs, pese a la “jibarización” de su tamaño, es espectacular. Los ambientes brumosos, los paisajes escarpados, las tenebrosas estampas propias de una historia como la que nos ocupa, tienen una fuerza visual innegable. Por otro lado, el realismo que impregna la parte gráfica de la obra alcanza el cénit con las imágenes de París, Venecia o Praga, que aparecen a lo largo la narración.

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